10 Dic La importancia del Shippeo #Albalia
Hace poco me lanzaron un reto. Un desafío a raíz del inmenso seguimiento que está teniendo una posible relación entre dos mujeres (#Albalia = Alba Reche + Natalia Lacunza) en Operación Triunfo (OT), el reality de talentos musicales que lleva más de 15 años emitiéndose en la televisión española.
Shippeos lésbicos y bisexuales televisados
El reto consiste en realizar un análisis psicosocial de la evolución y consecuente aceptación de las (reales o potenciales) relaciones lésbicas que, como espectadores, hemos podido seguir en directo a lo largo de los años en diferentes reality shows. Para ello, para comprender su dimensión y, sobre todo, la progresiva aceptación que estas relaciones lésbicas han tenido entre los espectadoras, me vais a permitir que haga un breve análisis histórico. Solo así podremos comprender la importancia de #Albalia, su impacto y acogida y lo que es más importante: la reacción del público en una época en la que parece que las corrientes político-sociales están en plena regresión hacia actitudes más homófobas, intolerantes y totalitaristas.
Primeras relaciones lésbicas en los realities de TV
Nos vamos, así, de vuelta al año 2002. Casi recién estrenado el nuevo milenio, en España veíamos por primera vez (al menos de manera moderadamente explícita) una posible relación lésbica en el prime-time de la televisión. Ocurrió en Telecinco, en el programa de convivencia/dramas Gran Hermano (GH). Por aquel entonces no teníamos Ley sobre el matrimonio homosexual, Suecia recién estrenaba la aprobación de ley que nos permitía adoptar, y en España todavía no habían calado las redes sociales como Facebook o Twitter, ni se veían series a la carta a través de Netflix, Amazon y demás plataformas de contenidos digitales. En esa época la gente se sentaba a cenar en familia, en torno a la televisión, para ver los primeros realities, la vida en directo, grabada sin descanso las 24 horas del día; un concepto relativamente nuevo en las pantallas de 2002, que había inaugurado años antes la presentadora Mercedes Mila, en torno a no pocas críticas volcadas por los medios de comunicación.
Ese año, Gran Hermano ya se había convertido en el agitador, el programa número 1 en generar polémica, y en protagonizar los debates familiares que te permitían dejar la mente en blanco durante horas. En 2002 Gran Hermano emitía su tercera edición y en ella aparecieron concursantes como Elba, que le costó mucho admitir su orientación sexual (y se granjeó grandes críticas por ello, incluso el rechazo frontal de ciertos sectores del público). También Noemí y Raquel, que llevaron en absoluto secreto su relación hasta salir de la casa, y que solo al cabo del tiempo, una vez fuera del reality, se acabaron casando (y divorciando y más cosas… pero ese es otro tema). Era la primera vez que unos concursantes de un programa mainstream como Gran Hermano hablaban públicamente de su lesbianismo o bisexualidad. Sin duda, lo hicieron con ciertos tapujos y de forma velada, a veces incluso bochornosamente presionadas por los propios presentadores de televisión, pero ahí estaba: España había asistido casi sin saberlo a la gestación de todo un triángulo amoroso lésbico que despertó sentimientos encontrados en la audiencia. Y es que, en aquel entonces, la sociedad no había llegado a los niveles de tolerancia que se vieron después, de manera que toda relación real o potencial entre dos mujeres o bien no existía, o no se nombraba o, simplemente, se interpretaba como una rareza de la que era mejor permanecer al margen.
avances sociales que permitieron una sociedad lgbt-friendly
Tuvieron que pasar 3 años para que el 3 de julio de 2005, se legalizara en España el matrimonio entre personas del mismo sexo. De nuevo, se aprobó esta ley no sin cierta polémica. El pulso social estaba cambiando. Había otras voces que se alzaban por encima de los críticos. Más de la mitad de los españoles mostraba su apoyo a la ley del matrimonio igualitario o, simplemente, no se oponían de manera frontal al germen de lo que más tarde se convertiría en un lema social: Love is Love. Porque lo es. Lo era entonces y lo sigue siendo ahora.
Prosiguió, de este modo, un clima de tolerancia que fue en aumento y que poco a poco ha ido convirtiendo a España en uno de los paises más LGBT-friendly del mundo.
Llegamos, pues, a 2011, año en el que comenzó un programa llamado Acorralados (un Gran Hermano de Granja), en el cual Nagore Robles (actual pareja de Sandra Barneda) y Sofia Cristo, dos figuras relativamente públicas, desarrollan una relación entre ellas sin tapujos. Tan sin tapujos que la propia Nagore Robles, durante la emisión de la final de Acorralados, llegó a declarar que no podía esperar para ver a su novia, expulsada del programa antes que ella. Han transcurrido 9 años desde GH3 y esa casi década se nota, vaya si lo hace, en la aceptación social: esta vez la audiencia vivía la relación con ellas, llegándola a apoyar con simpatía hasta convertir a Nagore en la ganadora del reality.
El tiempo seguía pasando y páginas web como HULEMS, Lesbian Lips o Lesbicanarias iban documentando con pelos y señales todas las apariciones de parejas entre mujeres en nuestras pantallas. Unas venían del extranjero, en forma de series o películas; otras nos llegaban a modo cotilleo y outings que la prensa rosa (y no tan rosa) hacía a cantantes, actrices, tertulianas, famosas, famosetas, y demás figuras que a diario vemos en nuestras pantallas de televisión. Pero seguía existiendo cierta reticencia. La visibilidad había mejorado, aunque iba al ralentí. Curiosamente, la reticencia no parecía proceder de parte de la audiencia, sino de las propias personalidades lesbianas y bisexuales que esquivaban (y siguen esquivando) toda pregunta que hiciera alusión a su orientación sexual, incluso si ya se trataba de un secreto a voces. Seguía, por tanto, habiendo una manifiesta desconexión entre el sentir del público y el de las propias involucradas, las cuales preferían vivir su lesbianismo o bisexualidad en silencio y con discreción.
Revolución de Albalia en OT18
Llegamos entonces a 2018 y este año aparecen en nuestras pantallas dos mujeres jóvenes pero muy potentes, dos chicas de 19 y 21 años que no solo son capaces de demostrarnos su talento, sino también una manera de vivir su sexualidad sin complejos. Las dos declaran públicamente, delante de las cámaras, ser bisexuales, junto con otra concursante, María. Han tenido relaciones tanto con mujeres como con hombres, y hablan de su orientación sexual con toda naturalidad. La verbalizan, la muestran en camisetas con mensajes sociales, bromean sobre ella, hablan de feminismo y nos cuentan sus sentimientos sin titubeos ni secretismos. Son Alba y Natalia, dos chicas corrientes que en poco tiempo han conseguido convertirse en referentes y reflejo de lo que se ha estado gestando en nuestra sociedad en los últimos 20 años. Una nueva manera de ser educadas, de sentir y de expresarse.
Casi como si su entusiasmo y libertad fueran contagiosos, con ellas también ha nacido estos meses un fenómeno fan muy potente, un shippeo (emparejar a personas por motivaciones subjetivas) que ha convertido en trending topic todo lo que ocurre en la Academia de Operación Triunfo. Las espectadoras (y también algunos espectadores) del programa desde hace meses apuestan por un futuro romance entre las triunfitas Natalia Lacuza y Alba Reche y han bautizado esta potencial relación como #Albalia. Lo interesante de este fenómeno es por un lado la posible gestación de un amor lésbico en un canal mainstream (esta vez no en Telecinco, sino en Radio Televisión Española –RTVE – garantizando, así su exposición y expansión al público de América Latina), que ambas han dicho con total naturalidad que son bisexuales, y por el otro, el efecto bola de nieve que ha generado gracias a las redes sociales.
Parece surrealista lo que programas como Operación Triunfo son capaces de crear a su alrededor. Pero debemos pensar que este programa de talentos musicales que ha sobrevivido durante 15 años, se ha sumado a la revolución de las redes sociales uniendo Televisión Española, YouTube directo 24h, publicaciones en primera persona de los concursantes en Instagram y tweets de seguidores que siguen el programa minuto a minuto a través de Twitter. La repercusión mediática ha sido tan fuerte y ha llegado a tantos países (por ejemplo: Suecia o Portugal) que la fiebre Albalia se ha multiplicado exponencialmente más allá de nuestras fronteras.
Pese a que no se sepa si #Albalia es real o no (y twitteras y Youtubers como @Wartanera12, @Walkyrie, @serendipiaty o @ShaneHolat retransmitan el avance de sus acercamientos minuto a minuto por Twitter), lo que han generado es que miles, incluso millones, de personas empaticen con ellas, se sumen al barco, se identifiquen y vivan a través de una proyección (subjetiva) lo que años atrás era imposible. Son un referente. Un antes y un después. Un fenómeno completamente orgánico que, si queremos, podría tomarse de punto de partida para analizar cómo ha evolucionado la aceptación de las relaciones entre mujeres en una sociedad que hace 20 años las acogía como una rareza o excepción.
Y en esto reside la importancia psicosocial de fenómenos aparentemente banales que encarnan una lucha por una visibilización y una legitimación que se ha podido conseguir gracias a una lucha LGBTI y que se ha ido construyendo durante muchos años.
De modo que, sea o no real #Albalia, se materialice o no una relación entre estas dos mujeres, se lea esto como una estrategia de explotación del programa para captar más audiencia o una química real entre sus protagonistas, lo que es innegable es que la relación entre estas dos mujeres, Albalia, ha sido lo más comentado, seguido, fanatizado, y querido de esta edición de Operación Triunfo. Como también es innegable la visibilización LGBT a la que Alba y Natalia han contribuido sin proponérselo. Ahí están las sorprendentes cifras de tuits, visualizaciones, vídeos, posts, menciones y demás creaciones de las fans para demostrarlo. Albalia está en todas partes, ha protagonizado gran parte de esta edición, y la reacción del público ha sido, definitivamente, la más tolerante de cuantas hemos visto en muchos otros realities antes. De ahí su importancia, de que entre las dos nos están haciendo un regalo que debería mantenerse en el tiempo: la naturalidad y la libertad de ser una misma, cámaras o no cámaras de por medio. Ojalá sea este el principio de muchos otros ejemplos.
Laura
Posted at 16:17h, 11 diciembreMaravilla de artículo, gracias. Es innegable que faltaban referentes: a mis 34 años siento una envidia (sana) y un entusiasmo grandísimos por todo esto. Gracias #Albalia.