Madres: despertando la culpa y la rabia desde el siglo XX…

 

Que tu madre es maravillosa, la mejor madre del mundo, ya lo sabemos. Es fantástico exaltar las bondades de una madre, es noble, es humano, es dulce… y está socialmente muy bien visto.
Sin embargo hablar mal de una madre es socialmente imperdonable. Parece que alguien que dice cosas indignas de la persona que le dio la vida es algo moralmente muy muy pero que muy reprobable.
Inconscientemente hacer daño de palabra o de acto a una madre es lo que más culpables nos puede hacer sentir. Cuando hablamos de madres, hablamos de culpa.
¿Por qué? Porque la culpabilidad es una emoción social que nace del miedo al castigo y no hay peor castigo que hacerle daño a tu madre. Porque una madre es algo tan vinculado con el Self, con la esencia de quién eres, con tu auto-concepto, que desear algo malo para ella es lo mismo (o peor) que desearte algo malo a ti misma.
Una ley implícita y superlativa se alza sobre todas las leyes de la naturaleza: «estás en deuda con quién te dio la vida.»

Si además sumas a este ley de la naturaleza la religión (la Madre de Jesús, Santa, Pura, símbolo de amor y protección) la sensación de culpabilidad ante algún daño que puedas causarle a tu madre se hace insoportable.

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Una vez aceptamos que la culpabilidad será algo intrínsecamente relacionado con nuestra madre, habrá que aceptar una realidad mucho más dura: la rabia.

madres: rabia

La rabia, aunque muchas personas la categorizan de emoción reprobable, es muy útil. Todas las emociones tienen su utilidad, su razón de ser. En este caso, la rabia sirve para marcar límites. Cuando alguien se sobrepasa en nuestros límites, cuando alguien nos invade, nace una rabia que sirve de motor para hacerse valer, para hacerse respetar. Es un mecanismo de la naturaleza.

Ahora bien, sí partimos de la base, de que tú has salido de tu madre (literalmente) o que tu tienes la vida que tienes gracias a ella o que ella ha sido la principal proveedora de cuidados para tu supervivencia en los primeros años de tu vida…¿Cómo crees que ella se siente respecto a ti? ¿No crees que en el fondo, en un lugar pequeñito, en su inconsciente, cree que eres de su propiedad? ¿No crees que, aunque ella no lo reconozca nunca, una parte de ella cree que debería seguir protegiéndote porque eres (en parte) su creación y su legado? Así pues, ¿no crees que a ella le sale de forma natural invadir tus límites? No es que ella quiera hacerlo, es más, ella intenta respetarlos para que seas autónoma, independiente, adulta (etc.) pero es sobrenatural a sus resistencias. Ella, sin quererlo, proyecta en ti quién es y (sobretodo en madres muy protectoras que te ven como una prolongación de ellas mismas) invalidará tus opiniones de una manera muy sutil porque ella lo sabe mejor. Y añadirá: «que para eso soy tu madre«.

Además de esta rabia como mecanismo reflejo ante una invasión de los límites, recuerda que probablemente la primera vez que sentiste rabia fue contra ella. Es, por lo tanto, una rabia primaria (y la primera) que nace desde la tierna infancia. Por eso, algo que diga o algo que haga una madre dolerá 1000 veces más que cualquier otra persona.

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– Ante estas dos emociones: la culpa y la rabia, ¿Qué podemos hacer?

– «Equilibrios.»

Si sientes mucha rabia hacia tu madre y la pagas con ella te sentirás culpable. Si te sientes muy culpable quizás encuentres algún motivo para sentir rabia y te sientas menos culpable. Y así indefinidamente.

Con esto no quiero decir que las únicas emociones que sentimos hacia una madre sean estas (¡¡¡ni mucho menos!!!). La naturaleza humana está llena de matices y de emociones que van y vienen y son mucho más complejas que estas dos. Pero estas dos son las que causan más problemas: por ello tengo la consulta llena de pacientes que vienen justamente por sentir alguna o ambas de estas emociones. Sobretodo si aún no han salido del armario con su madre o si han salido y la respuesta de éstas ha sido negativa.
Lo importante es saber identificar las emociones y no intentar controlarlas (las emociones cuando más las intentas controlar más se descontrolan) sino canalizarlas a través de la verbalización, meditación, expresión, etc.

Ejemplos:
«Me siento culpable porque no voy a ver a mi madre todo lo que debería».
«Me da rabia que siempre se mete en mis asuntos y me dice cómo hacer las cosas».
«Qué culpabilidad cuando la haces sufrir!»
«Qué rabia, no entiende quién soy, quiere que sea como ella. No me respeta.»

Madres, haciéndonos mejorar desde el siglo XX, quizás, sacando lo peor y lo mejor de nosotras mismas.

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Paula Alcaide
info@palcaide.com

Soy Paula Alcaide, psicóloga especializada en atender a mujeres lesbianas y bisexuales que buscan convertir en una fortaleza su orientación sexual y disfrutar libremente de sus relaciones con otras mujeres sin miedos, ansiedad, vergüenza o culpa.

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