18 Abr La violencia intragénero: una realidad invisible
La sociedad cada vez está más concienciada de lo que supone la lacra social de la violencia de género. Desde el gobierno se ponen en marcha acciones concretas, los medios de comunicación prestan atención a los hechos derivados de esta violencia, y muchas sabemos, en mayor o menor medida, las consecuencias devastadoras que tiene. Pero hay una realidad similar que pasa desapercibida. No se comenta en la televisión, no sale en las conversaciones, y muchas veces se pudiera pensar que no existe, cuando es todo lo contrario. Hablo de la violencia intragenéro.
La violencia intragénero tiene muchas similitudes con la violencia ejercida dentro del espectro de la violencia de género, pero también cuenta con particularidades que la hacen específica de las parejas formadas por personas del mismo género.
Las relaciones entre personas del mismo sexo no se forman aisladas del sistema heteropatriarcal y machista, sino que también pueden ser permeables a él, y por ello encontramos dinámicas de poder y mecanismos de control que pueden llegar a ser violentos, tanto física como psicológicamente.
Como en cualquier relación de violencia, el abuso psicológico es la semilla que podrá dar lugar a la violencia física.
Pese a ser dos mujeres, la que ejerce la violencia tenderá a machacar psicológicamente a la otra, haciéndola sentir culpable, aislándola, utilizando el propio sistema y entorno familiar, social y/o laboral en contra e incluso «forzando su outing».
Forzar el outing es la amenaza de revelar la orientación sexual de la pareja contra su voluntad, utilizando el miedo a los perjuicios y discriminaciones de la propia persona (e incluso su lesbofobia o bifobia interiorizada), como método de control y presión, así como de chantaje.
En este sentido, estar dentro del armario dificulta que la persona que sufre esta violencia se decida a contarlo o denunciarlo, ya que ello supone también la revelación de que mantiene una relación con alguien de su mismo género, algo que quizá no está preparada para contar, y que puede ser, una vez más, usado como medida de presión. Este «doble armario» implica un aislamiento que contribuye a la perpetuación del ciclo de la violencia.
Por otro lado, nos encontramos con que las situaciones de violencia dentro de una pareja formada por personas de un mismo género es algo que todavía no se comprende bien desde las administraciones y por parte de quienes tienen que ayudarnos. No existe una conciencia social de que esto siquiera pueda ocurrir, lo que en ocasiones puede suponer una mala atención hacia las supervivientes de la violencia, por la dificultad de comprensión a la hora de dilucidar quién ejerce y quién recibe la violencia, por la falta de imaginario colectivo respecto a la figura de la agresora, por las dificultades éticas y feministas que supone que este tipo de violencia sea utilizado por grupos machistas para desacreditar la violencia machista.
Existen todo tipo de mitos alrededor de este tipo de violencia. Como por ejemplo, creer que es una lucha mutua. En caso de que se produzca por parte de las dos miembros de la pareja: una suele responder con violencia «de resistencia» ante la violencia de la otra, eso no significa que sea la agresora. Los estudios separan claramente la agresora de la víctima, ya que se establece una relación de poder que se nutre de las dependencias emocionales.
Incluso dentro del colectivo LGBTI se niega muchas veces que estas situaciones se den a diario, y hay datos de asociaciones que demuestran lo contrario. El colectivo LGTB+ de Madrid (COGAM) y la Universidad Complutense de Madrid, han realizado recientemente un estudio en el que un 30% de los participantes reconoce haber ejercido violencia sobre su pareja, el 60% conoce a alguna persona que ha vivido en una relación de violencia intragénero y un 82% manifiesta haber sufrido LGTB+fobia (Flick, 2017; Sen, 2017). Precisamente estos días se ha presentado una campaña de COLEGAS-Confederación LGBT Española, junto al Observatorio Español contra la LGBTfobia y ALGTB+, en el marco del II Día Nacional contra la Violencia Intragénero, cuyo motivo es visibilizar la violencia intragénero ante la sociedad, las administraciones y la propia comunidad LGBTI. Este Día tiene lugar para recordar que un 14 de Abril de 2009 tuvo lugar en España el primer asesinato en el seno de un matrimonio igualitario.
Se reclama una mayor visibilidad en los medios de la la violencia intragénero, y no solamente de los casos más mediáticos, que en muchas ocasiones tienden a tratarse con morbo y estigma. En España, 15 muertes han sido producidas por la violencia intragénero en los últimos 10 años, mostrando los medios de comunicación sólo la punta de un iceberg de una realidad tabú, una realidad invisible de la que no tenemos datos oficiales al no recoger siquiera las fuerzas de seguridad este tipo de violencia en los informes, al no estar especificada en los protocolos. El presidente de esta asociación reclama una igualdad real de las parejas LGBT+.
Se pretende concienciar y visibilizar esta problemática de la violencia intragénero y permitir que muchas de las personas víctimas sean conscientes de su situación y al denunciarlo puedan sentirse apoyadas contando con mecanismos y recursos de ayuda, prevención y actuación. No hablar de esta realidad no hace sino crear un estigma a su alrededor, que resulta en una incapacidad de las personas que la sufren de saberse respaldadas, y de saber qué es lo que tienen que hacer en el caso de que necesiten atención.
En mi caso, asesorando a profesionales de los servicios de atención de violencia de Barcelona, descubrí que las profesionales tienen muy claro que necesitan formación específica sobre el tema para mejorar sus servicios y dar respuesta a un fenómeno que va llegando y que requiere que el propio sistema no estigmatice.
Aunque estamos en las antípodas de este tema y requiere conceptualizaciones, reconstrucciones y revisión de las relaciones de pareja y las instituciones que tienen que dar respuesta, os invito a romper el pacto de silencio respecto a este tema y solicitar ayuda, tanto como mujeres que habéis sufrido violencia como las que la habéis ejercido.
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