28 Abr ¿Por qué nunca es muy tarde para tener una relación lésbica?
Sabemos que los constructos sociales basados en la heteronormatividad y la ideología patriarcal contribuyen a dificultar la vida de las mujeres. Estas son las malas noticias. Pero ahora vienen las buenas. Y es que las creencias religiosas monoteístas y patriarcales que nos refuerzan los roles de género tradicionales y la idea de “aguantar” los matrimonios heterosexuales están llegando a su fin.
Un estudio realizado en 2010 demostró que existen muchas posibilidades de que mujeres (que se identificaban como heterosexuales) experimenten atracción por primera vez por otras mujeres llegada su adultez. No existe todavía mucha bibliografía sobre este tema, pero este estudio realizado con 214 mujeres de todo el mundo (Tesis de C. Star Moran, 2008) nos acerca a una situación a la que no somos del todo ajenas gracias a la cultura popular. Ahí están casos como el de Portia di Rossi o Cynthia Nixon, la actriz de sexo en nueva york, celebrities que lo representan muy bien, o el caso del personaje de Carol, en la serie Friends. También hay libros que nos hablan de ello, como por ejemplo “Married to a man and in love with a woman” (casada con un hombre y enamorada de una mujer) de Fisher (2005), o el clásico Carol de Patricia Highsmith (1952).
La principal dificultad para que estas mujeres den el paso y abandonen relaciones o matrimonios heterosexuales es la pérdida de privilegios sociales que tal acción comporta. El rechazo a adoptar una identidad lesbiana o bisexual a nivel social genera pánico. Sentir que transgredes la “normativa social” o que estás contrariando la versión heterosexual que los demás te atribuían no es un acto sencillo. Se trata de un gran paso que no todas las mujeres pueden o quieren dar.
De manera equivocada, concluimos que una mujer, por el hecho de estar casada con un hombre, es automáticamente heterosexual. Esto, además de ser bifóbico, nos limita en todos los sentidos. La sexualidad y afectividad femeninas son mucho menos blanco y negro de lo que creemos y probablemente existan menos mujeres 100% heterosexuales que aquellas que no descartan tener experiencias sexuales y/o afectivas con otras mujeres en algún momento de su vida.
Está comprobado que la sexualidad femenina es más fluida y compleja, que está enraizada en una identidad que trasciende a la experiencia y que tiene más que ver con unos sentimientos quizás no explorados, una atracción potencial y unas expectativas que podrían cambiar de un día para otro.
Por todo ello, existe un alto potencial de que una mujer se enamore de otra mujer en algún punto de su vida adulta, aunque a nivel social lo pasemos por alto o ni siquiera reparemos en ello.
En las experiencias lésbicas no hay marcos de referencia y esto, que a priori puede dar vértigo y dejarnos navegando sin puntos cardinales, también es una suerte porque implica repensar los modelos de relación que queremos.
No hay una guía ni un manual cuando se trata de una mujer que ha vivido toda su vida siguiendo las pautas marcadas: se ha casado con un hombre, ha tenido un matrimonio heterosexual, convivencia, hijos… y entonces, ¡pum! Se enamora de la profesora de Yoga, o de una amiga, o de una compañera de trabajo… Se rompen todos sus esquemas y empieza a cuestionárselo todo. Absolutamente todo.
Pasa de un marco de referencia claro y rígido a una aventura sin paracaídas en la que todo es nuevo, emocionante…y aterrador.
¿Yo no era heterosexual? ¿Qué hago con mi matrimonio? ¿Cómo les explico esto a mis amigas? ¿Qué va a pensar mi familia? ¿Qué pasa con mis hijos? ¿Cómo es posible que nadie me hubiera explicado antes lo maravilloso que puede ser el sexo con una mujer? ¿Entonces ahora qué y quién soy? Las dudas se acumulan. La decisión es olvidarse de todo ese remolino de sentimientos nuevos o empezar a explorar un mundo desconocido. La mente lo tiene claro: confort, seguridad, inmovilidad. Pero las emociones… ay, las emociones… Son incontrolables y no hacen caso a la lógica. La vidilla que empiezas a sentir, la novedad, ese salto a lo desconocido es muy tentador. Tanto que por mucho que te esfuerces en negarlo, empiezas un juego de miradas, de pensamientos insospechados, de fantasías y de curiosidad.
Toca desaprender lo aprendido. Toca descondicionarse.
No se trata de que de repente las mujeres se vuelvan lesbianas en una edad adulta. Porque no es eso. Se trata de que estamos en un momento social en el que se rompe la simplificación de una manera más fácil. En el que los corsés ya no son tan rígidos como eran, de manera que una mujer, aunque en edad adulta, se concede más espacio para comprender qué siente independientemente del género.
La mayoría de estas mujeres comentan con sorpresa que nunca habían pensado que algo así les pudiera pasar a ellas. Que nunca antes se lo habían planteado. Y, sin embargo, pasa y diría que estudios como el de la American Psychological Association demuestran que se trata de una experiencia más común de lo que pensamos.
Tal y como afirma Audre Lorde: “Si una mujer puede desaprender el mensaje de supresión de su eroticismo, puede guiar su propio destino. Si empieza a elegir el camino que le aporta alegría y satisfacción, es capaz de romper totalmente con los aprendizajes opresores y empezar a disfrutar y vivir en base a ello”.
Precisamente por esto nunca es tarde, no caben culpas, y hay que darse permiso para ser honesta con una misma. ¿Y tú? ¿Te has dado permiso ya?
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