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¿Estar a la altura o sometida a los demás?

 

El nivel de complejidad que me encuentro al trabajar con mujeres con progenitores exigentes es muy elevado debido a esa necesidad que tienen de “dar la talla”, “estar a la altura”, “ser una buena hija, novia/mujer, trabajadora, madre, etc. Toda la exigencia que se aprendió a temprana edad permanece como una sombra (¿quizás un lastre? ¿Quizás como un salvavidas?).

Nadie puede presumir mejor de sus logros que la hija que cumplió las expectativas de los padres/la familia y quizás, por ello, por ese aprendizaje, ahora se auto-exige a sí misma como una réplica sutil de ellos.

¿Pero qué es la exigencia?

Quizás su definición albergue más entresijos positivos y negativos de lo que puede parecer a simple vista. ¿Es un afán de superación y una competición con una misma para mejorarse, aprender, crecer…? ¿O es la auto-imposición de un ideal de persona que crees que va a ser más deseable, querida, respetada o admirada? Probablemente una mezcla de ambas que, según la mirada, más hacia fuera o hacia dentro, sea más o menos saludable.

La siguiente pregunta sería: ¿Qué te exiges?

¿Cosas alcanzables o inalcanzables? ¿De forma esporádica o machacona a cada momento? ¿Algo que tiene que ver con mejorar lo que ya eres o que tiene que ver con compararse? ¿Qué quieres conseguir y qué necesitas conseguir?

Detectarás cuando te estás exigiendo de forma tirana porque te hablarás en forma de “debería”, “tendría que”, “debo”, “tengo que”… Exigencias, obligaciones auto-impuestas y una sensación de no llegar nunca a todo, ni complacer suficientemente a los demás ni estar nunca satisfecha (si eso mismo te pasa a nivel sexual, te recomiendo este artículo). Todo esto es probable que lo aprendieras de pequeña.

Una premisa equivocada

De alguna manera la idea sutil pero rotunda se posó en tu cabeza y nunca ha dejado de vivir anclada ahí: “me querrán y valorarán por lo que haga”. Por lo tanto, te ves impulsada a hacer mucho. Y a consecuencia de esta idea has desarrollado otras como:

  • Valgo en la medida que hago.
  • Me quieren en la medida que doy y sirvo.
  • Si no hago nada por los demás no me querrán.

Todas estas ideas secundarias o pensamientos parten de una premisa equivocada:

La gente me quiere/valora por lo que hago, por lo tanto cuando más haga, más me querrán/valorarán.”

Esto puede empezar con pocos años de vida pero deja una huella profunda en nuestra persona tejiendo el tipo de relaciones que tendremos con los demás. A veces está relacionado con el apego inseguro (el miedo a que si bajas la guardia, si dejas de esforzarte, los demás te abandonarán y desconfías de ellos) y a veces está relacionado con la dependencia emocional y la autoestima (ya que pones el valor en que los demás te quieran porque no te quieres mucho a ti misma por quién eres y no por lo que haces).

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Vale, Paula, ya me has convencido, soy muy auto-exigente… ¿Y ahora qué hago para dejar de ser tan auto-exigente?

  1. La primera pregunta sería “¿quieres dejar de ser autoexigente por tu propia autoexigencia?”. Es paradójico pero a veces “nos obligamos” a no obligarnos, “nos exigimos” exigirnos menos…

La clave sería “¿para qué?” ¿Por nosotras o para gustar más a los demás?

  1. La siguiente cuestión sería empezar a cambiar los “debo” por “quiero”. De esta forma la imposición, la obligación, la exigencia… se transforma en deseo. A veces formular la misma frase con “quiero” (ej: tengo que ir a ver a esta persona > quiero ir a verla) hace que tomemos consciencia y seamos una parte activa que decide y no pasiva que va cumpliendo solo con las obligaciones que interpreta que los demás esperan que cumpla.
  2. Y por último, grábate a fuego esta idea: los demás te quieren por quién eres, no por lo que haces por ellos (y si no es así, te están utilizando así que deja igualmente de hacerlo).

SER > hacer

Los que te quieren por ser como eres, valorarán tus gestos pero no te atribuirán valor solo por ellos.

Los que te valoran por ser como eres no esperaran que hagas cosas por ellos para quererte.

Recuerda que eres maravillosa tal y como eres y que los demás no tienen que ser el único motor de tu existencia, fluye hacia donde te sientas feliz solo por el placer de mejorarte y aprender del camino.

Descubrirás muchas cosas dejando de hacer y esforzándote tanto por los demás:

  1. La primera una especie de culpabilidad por ser egoísta/yoista que tendrás que reformular: “no estás siendo egoísta con el resto sino generosa contigo misma”.
  2. Comprobarás que los demás siguen ahí aunque no te esfuerces con tantas ganas por complacerlos, y te darás cuenta de que dan más de lo que creíste, solo necesitaban que te retirases un poco para dejarles espacio. La gente te sorprende. A veces solo actúan así porque tú estás ocupando ese espacio y cuando lo dejas tienen la oportunidad de devolvértelo. Algunas personas no lo harán, pero también te servirá para ubicar mejor a la gente que te rodea y sus resistencias al cambio.
  3. Quizás llegues a la conclusión que no eres tan imprescindible pero eso es porque no te necesitan, tan solo te quieren y eso ya es mucho porque implica que te eligen.
Paula Alcaide
info@palcaide.com

Soy Paula Alcaide, psicóloga especializada en atender a mujeres lesbianas y bisexuales que buscan convertir en una fortaleza su orientación sexual y disfrutar libremente de sus relaciones con otras mujeres sin miedos, ansiedad, vergüenza o culpa.

1 Comment
  • Cat
    Posted at 10:12h, 14 agosto Responder

    Genial para recordar las personas que somos. Para sentir que nuestras amistades, relaciones, por mucho que no estemos «por ellos» están ahí por quienes somos. Y eso, nos hace sentir (mucho) mas felices, fuertes y libres. Y nos permite estar mejor con nosotras mismas, amar mejor y vivir de manera positiva y auténtica.
    Gran Articulo. Gracias Paula

     

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